LA GUAREÑA QUE CONOCIÓ LUIS CHAMIZO
Juan
Ángel Ruiz Rodríguez
Cronista Oficial de la villa de
Guareña
Este año 2021 conmemoramos el centenario de la
publicación de El Miajón de los Castúos, la obra más conocida de Luis
Chamizo Triguero, pero en este artículo no voy a referirme al poeta tinajero,
ni a su obra, que, afortunadamente, han sido objeto de atención historiográfica,
ni tampoco al amplio programa de actos que, tanto en Guareña como en
Guadalcanal, se ha preparado para la ocasión. El objetivo, más modesto, es
esbozar una panorámica general sobre la Guareña que conoció Chamizo, lo que
implica hacer un análisis de medio siglo en la historia de nuestro pueblo, el
tiempo que transcurre entre 1894 y 1945, fechas que marcaron su nacimiento y
muerte. Este marco cronológico nos aparece jalonado por diversos períodos
históricos que van desde la Regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902)
hasta los primeros años de la dictadura franquista. En medio, el reinado de
Alfonso XIII (1902-1931), con la dictadura de Primo de Rivera casi en su
epílogo (1923-1930), para continuar con la II República (1931-1936), Guerra
Civil (1936-1939) y primer franquismo (1939-1945).
Luis Florencio Chamizo Triguero nació en Guareña a
las seis de la mañana del 7 de noviembre de 1894 en el domicilio familiar
situado en la calle Alberquilla. Fue bautizado el día 16 de ese mismo mes en la
iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, siendo los padrinos sus
abuelos maternos. Era hijo de Joaquín Chamizo Guerrero, natural de Castuera, y
de Asunción Triguero Bravo, que lo era de Guareña. Sus abuelos paternos fueron
Miguel Chamizo Sánchez, natural de Calamonte, y Petra Guerrero Roja, de
Villanueva de la Serena. Sus abuelos maternos fueron Juan Triguero Ruiz,
natural de Guareña, y Luisa Bravo Ramírez, que lo era de Valverde de Leganés.
El mismo año en que ve la luz El Miajón,
Chamizo moría su abuelo paterno, Miguel Chamizo Sánchez, ya nonagenario, y ese
mismo año conoce en Guadalcanal a la que luego será su mujer, Virtudes Cordo
Nogales, con quien contraerá matrimonio en febrero de 1922 y con la que tendrá
cinco hijas, nacidas en esa población de la sierra norte sevillana.
Guareña comenzó el siglo XX con cerca de siete mil habitantes, viendo
incrementar los efectivos demográficos de una manera lenta, pero constante,
hasta el año 1930 en que se situó en cerca de nueve mil almas. Antes, en 1918,
Guareña sufrió las consecuencias derivadas de la epidemia de gripe, con una
incidencia del 5‰ en la tasa bruta de mortalidad, cobrándose la vida de 42
vecinos, entre ellos, el padre de Chamizo, quien falleció a las dos de la tarde
del 29 de octubre, a la edad de 60 años, pocos días antes de que el poeta
cumpliera los 24 años y justo cuando había terminado sus estudios de Derecho. En
los años treinta del siglo pasado se redujo la población total en medio millar
de personas fruto, sin duda, de las consecuencias derivadas de la Guerra Civil,
mientras que en la década de
los cuarenta la localidad volvió a recuperar, e incluso aumentar, el número de
habitantes, alcanzándose el techo poblacional en el censo de 1950 con casi
9.500 habitantes.
El incremento poblacional experimentado por la localidad
desde comienzos del siglo XX también tuvo su reflejo en materia de enseñanza.
Así, aumentó el número de escuelas públicas hasta conseguir ocho unidades
elementales, algunas de ellas a cargo de maestros que desarrollaron una larga
carrera docente, como fue el caso de Diego López Otero, que tiene dedicada una
calle en la localidad y que, seguramente, fuera maestro de Chamizo. La oferta
educativa local se completaba con la labor educativa y pastoral iniciada por el
colegio de Nuestra Señora de los Dolores a partir del verano de 1896, así como
algunas escuelas privadas. La mejora en materia de enseñanza durante las
primeras décadas del siglo XX hizo que la tasa de analfabetismo descendiera
notablemente en Guareña. De hecho, si a principios de siglo cerca del 70 por
ciento de la población no sabía leer ni escribir, en los años treinta el
porcentaje de analfabetos, todavía muy alto y especialmente femenino, había
bajado al 46 por ciento de la población. Con el inicio de la II República,
desde el gobierno municipal se intentó mejorar los datos de escolarización con
la creación del Consejo Local de Primera Enseñanza, logrando la creación de dos
escuelas de párvulos, al tiempo que se gestionaba la construcción de un grupo
escolar de siete secciones. No obstante, podemos concluir afirmando que la
realidad educativa local que conoció Chamizo, además de por ese elevado
analfabetismo, se caracterizó por unos maestros mal remunerados y unos locales
precarios.
La sociedad guareñense que conoció Chamizo, similar a
la del resto de la tierra extremeña de la época, se caracterizaba por ser una
sociedad atrasada, rural, agraria y poco dinámica, con una estructura social
muy polarizada en la que cobraban gran protagonismo un puñado de propietarios
rústicos, en su mayor parte absentistas. Todos los grupos sociales, en mayor o
menor medida, mostraban una clara vinculación con la tenencia de la tierra,
siendo el colectivo de grandes propietarios agrarios y algunos ricos labradores
los que destacaban en esa sociedad desigual en la que la “clase media”, formada
por empleados, funcionarios y profesiones liberales, era muy exigua.
Fue Guareña uno de esos pueblos extremeños en el que
el fenómeno de la concentración de la propiedad de la tierra estuvo muy
marcado. De hecho, en tiempos de Chamizo, una veintena de propietarios locales reunían
en sus manos 2.737,93 hectáreas,
lo que representaba el 13,3 por ciento de la superficie amillarada; eran los
“señores” a los que se refirió Chamizo. Pero el gran protagonismo estaba
reservado para un colectivo formado por cuarenta propietarios forasteros que
van a constituir el verdadero grupo terrateniente de la localidad. Dueños de
243 fincas, disfrutaban de cerca de 13.000 hectáreas, lo que constituía el 63
por ciento de la riqueza rústica. Entre la nómina de grandes terratenientes con
propiedades en Guareña destacaba Josefa Perret y Colomo, VI condesa de
Torre Cuéllar, viuda de Isidro Messía Pifarry, V conde de los Corbos, dueña de
las dehesas Corbos (885 has) y Guadalperal (1.278 has). Ambas fincas
tenían por lindero a otro gran propietario, García Arce y Aponte, marqués de
Camarena, quien poseía en esas dos dehesas 1.681 has, todas ellas a pasto.
También destacaba José Sabau, dueño junto con su mujer y sus dos hijos, de
cerca de dos mil hectáreas en el término de Guareña; entre sus propiedades
estaban las dehesas Ceuchal (80 has)
y Suerte de Mondéjar (115 has), Torrecaños (193 has), Maldegollada (474 has), Cachafre y Ropería, de 256 y 64 hectáreas, respectivamente. Otro importante
propietario era el marqués de Monsalud, vecino de Almendralejo, que poseía la
dehesa denominada La China, de 1.648
hectáreas. Por último, el emeritense Alonso Pacheco García-Blanes también
aparecía entre los principales propietarios rústicos en Guareña al ser dueño de
694 hectáreas en cuatro fincas adehesadas: Llanos
y 18 (57 has), Toril (212 has), Guijuelo (77 has) y Soto (348 has).
Frente a
ellos, en el otro extremo del espectro
social, nos encontramos con un numeroso colectivo de desposeídos del campo:
jornaleros, pequeños arrendatarios y yunteros, cuyas condiciones de vida rayaban
en algunos casos la miseria, fruto del “paro forzoso” que padecían durante
largas temporadas al año como resultado de su dependencia del ciclo agrícola.
Será ese gran colectivo de jornaleros, especialmente, el que irá tomando
conciencia de clase en las primeras décadas del siglo XX. El paro estacional, la
vida rural, las jornadas de sol a sol y los bajos salarios que percibían eran
notas características de ese campesinado local al que se refirió Chamizo y que,
de alguna manera, abordaba como temas propios del regionalismo.
Precisamente,
como consecuencia de las malas condiciones de vida en la que muchos guareñenses
se encontraban, tuvieron lugar algunas protestas populares relacionadas con la
carestía de la vida y con el elevado precio de algunos productos básicos como
el pan, cereales, legumbres o carne, elevando notablemente los precios de los
productos de “comer, beber y arder”. Ya conocemos el desarrollo y las
consecuencias de los motines de consumos que tuvieron lugar en la villa en
1892, 1893 y, especialmente, en la primavera de 1898, claros ejemplos de
resistencia antifiscal, que bajo el grito: ¡abajo los consumos y el pan a
real!, protagonizaron de forma muy activa grupos de mujeres y niños
pertenecientes a esas clases sociales más deprimidas de la localidad.
Cuando nace Chamizo había en Guareña 1.738
contribuyentes que residían en 1.379 casas, así como 7.913 fincas rústicas
repartidas por las 22.278 has de un término municipal en el que el cultivo
predominante era el cerealístico, basado en la rotación bienal o sistema de
año y vez. Le seguía en importancia las dehesas de puro pasto, que ocupaban
un tercio del término, dedicadas al mantenimiento pecuario, especialmente lanar
y ganado para la labor, con claro predominio del asnal sobre el mular. El
terreno dedicado a viñedo en Guareña ya era significativo y prueba de ello era
la existencia en la localidad de una docena de bodegas, constituyendo la
exportación de uva a Alemania, ya en el siglo XX, uno de los principales
recursos económicos del municipio. La extensión dedicada al olivar, sin
embargo, era bastante escasa, pues representaba poco más del 1,6 por ciento de
la superficie total. Existían algunas huertas de pequeña extensión dedicadas al
cultivo de hortalizas y legumbres y en las que solían encontrarse algunos
árboles frutales, todo ello destinado al consumo doméstico. En cuanto a la
industria de transformación hay que destacar, además de las bodegas antes
comentadas, la existencia de cuatro molinos de aceite y dos molinos harineros,
por lo que es la industria alimentaria, especialmente los subsectores aceitero,
harinero y vinatero los que tienen presencia en la localidad. Según algunos
autores, Chamizo fue socio de una sociedad mercantil, que bajo la firma
“Piñero, Chamizo y Moral, SRC”, creada en 1918, tenía como objeto la
destilación y compraventa de vinos, aunque no dispongo de datos acerca de esta
iniciativa empresarial.
A partir de los años veinte se asiste a un notable
incremento del asociacionismo entre los obreros del campo y a la toma de
conciencia de clase entre los colectivos más desfavorecidos de la sociedad.
Chamizo, en El Miajón, se refería a esa “raza extremeña” que resiste
ante la adversidad. En ese contexto, el advenimiento de la II República trajo
aires de esperanza para muchos vecinos, sobre todo, después de un año, el de
1930, que resultó especialmente malo, y que se complicó también en el último
tramo del año 1931, que registró una de las épocas de mayor conflictividad
social. En Guareña, como en otras localidades de la geografía extremeña, fueron
frecuentes en esos años las invasiones de fincas para roturar, así como
acciones de robo y otras acciones contra la propiedad que, en algunos casos,
terminaron con el procesamiento de algunos vecinos.
La huelga campesina de 1934 tuvo sus efectos en
Guareña. Como se recordará, las elecciones de noviembre de 1933 dieron el
triunfo a los partidos de centro-derecha, de tal manera que la CEDA y el
Partido Republicano Radical consiguieron la victoria. En Extremadura fueron los
radicales de Alejandro Lerroux quienes consiguieron un mayor número de
diputados. La política del gobierno “radical-cedista” provocó, entre otras
cosas, que la Federación Española de Trabajadores de la Tierra convocara una
huelga para el día 5 de junio, que fue declarada ilegal por el Gobierno. En esa
huelga campesina participaron muchos jornaleros de Guareña, algunos de ellos,
32 concretamente, fueron detenidos el día 8 de junio y conducidos a la cárcel
de Don Benito. Ocho de ellos, después de pasar varios días en prisión, fueron
condenados a multa de 100 pesetas y al pago de las costas procesales por
infringir la Ley de Huelgas
El 7 de enero de 1936, en medio de un ambiente
bastante crispado y, para algunos, radicalizado, daba comienzo oficial la
campaña electoral para las elecciones a Cortes señaladas para el día 16 de
febrero, en lo que serían las terceras elecciones generales de la República. En
la provincia de Badajoz la campaña electoral fue bastante convulsa, con ataques
dialécticos y algún que otro conato de enfrentamiento violento en buena parte
de los numerosos mítines que se ofrecieron por toda la provincia. El domingo 16
de febrero se celebraron las elecciones. A nivel nacional el Frente Popular
obtuvo el 48% de los votos, convirtiéndose en la fuerza ganadora, los partidos
de derecha un 46% y los de centro un 6%. En la provincia de Badajoz el Frente
Popular obtuvo el 54,4% de los votos frente al 45,6% del centro-derecha. En
Guareña fueron los partidos de derecha los que obtuvieron la victoria,
resultando ganadores en ocho de las diez secciones electorales existentes. Ello
posibilitó el acceso a la alcaldía del socialista José Mateos López.
A primeros de abril se aprobó en las Cortes la
destitución de Alcalá Zamora como presidente de la República. Para nombrar su
sustituto hubo que elegir unos compromisarios por cada provincia y,
precisamente, uno de los que estuvo de candidato, aunque finalmente no resultó
elegido compromisario, fue el exalcalde de Guareña, Santos Anselmo
Sánchez-Cortés que, como se recordará, perdió la vida el 11 de agosto víctima
de la violencia republicana.
Tras el fracaso del golpe de Estado de julio de 1936
y el inicio de la Guerra Civil, comenzó el período más dramático de la
contemporaneidad tanto a nivel local como nacional. A nivel personal, Chamizo,
como tantos otros vecinos, sufrió una de las experiencias más amargas de su
vida, ya que la violencia ejercida por ambos bandos terminó con la vida de
cientos de guareñenses.
En el verano de 1936 Guareña sufrió la represión de
lo que algunos han denominado “violencia revolucionaria” y otros “terror rojo”,
que acabó con la vida de decenas de personas. El mismo Chamizo se dice que tuvo
que esconderse para salvar su vida, aspecto éste que desconozco, aunque sí es
seguro que el poeta, como tantos otros vecinos, debió temer ante las acciones
que tuvieron lugar en la retaguardia republicana, especialmente, mediante la
práctica del paseo, con el claro objetivo de acabar con la vida de los
desafectos, tal y como sucedió en la fatídica jornada del 11 de agosto. No hay
que olvidar que Chamizo, que había participado en distintos medios escritos de
ideología conservadora, claramente contrarios al Gobierno republicano, fue
detenido en Mérida y a punto estuvo de ser fusilado, según contó su hija María
en una entrevista en el diario HOY. Además, la muerte de algunos amigos poetas,
como Ángel Braulio Ducasse el 27 de agosto, o el propio Francisco Valdés
Nicolau el 4 de septiembre, víctimas de la violencia republicana, marcaron ese
tiempo en la vida del poeta, al menos, hasta que Guareña fue ocupada por las
tropas rebeldes el 30 de septiembre de 1936. A partir de este momento, Chamizo
toma la decisión de trasladarse a Guadalcanal, donde pasará el resto de la
guerra, aunque sabemos que realizó frecuentes visitas a Guareña, donde
participará en algunos recitales de poesía para recaudar fondos para el llamado
“auxilio de invierno”, como el que tuvo lugar en el verano de 1937 en
San Pedro de Mérida.
Con la ocupación de Guareña quedó establecido el
llamado “Frente de Extremadura”, que se mantuvo inalterable hasta el verano de
1938 en que tuvo lugar la ocupación militar de lo que se conoció como “Bolsa de
La Serena”. Durante todo ese tiempo, Guareña estuvo en primera línea y por ello
estuvieron destacadas en la localidad numerosas fuerzas “nacionalistas” y un
hospital militar, siendo uno de los puntos estratégicos más importantes de esta
zona.
A partir de ese momento muchos vecinos sufrieron las
consecuencias de lo que algunos han denominado “terror azul”. La muerte de muchas
personas, unas tras juicio sumarísimo y otras de forma extrajudicial, marcaron
decididamente los años de la guerra y posguerra en la localidad. Porque como
bien sabemos, tras el 1 de abril de 1939 no llegó la paz, más bien fue, como
algunos acertadamente han escrito, fue “la continuación de la guerra después de
la guerra”. En Guareña, muchos vecinos fallecieron en esos primeros años de la
posguerra al resultar condenados a la última pena en juicios sumarísimos; otros,
más afortunados, sufrieron la represión física, cultural y socioeconómica, tres
de los pilares sobre los que se asentó la violencia franquista. El hambre, el
racionamiento y la miseria en general que sufrió la población de Guareña en estos
años es bien recordada por nuestros mayores, aunque forma parte del olvido
intencionado porque aprendieron a vivir en silencio.
Tras la guerra, en lo que se ha denominado “el tiempo
de la victoria”, Chamizo se trasladó a Madrid para desempeñar un cargo en el
Sindicato de Espectáculos de Madrid. Falleció en la capital el día de
Nochebuena de 1945, a la edad de 51 años. En su pueblo, mientras tanto, se
comenzaba a salir de unos duros años de posguerra marcados por el hambre y la
vuelta a casa de muchos guareñenses procedentes de diferentes cárceles
franquistas. La década de los cuarenta fueron años de mucha miseria, de miedos
pero también de esperanza, sobre todo, después de los dramáticos momentos
vividos. Años en los que sobrevivir se convirtió en el único propósito de
muchos guareñenses.
Guareña, agosto de 2021