Bandidos y malhechores en el camino real de Extremadura a su paso por el término municipal de Guareña
A mediados de la década de los años setenta del siglo pasado se hizo muy popular una serie de televisión relacionada con el tema que traigo a la revista de ferias de este año. Muchos serán los que recuerden las vicisitudes de Curro Jiménez, aquel bandolero que junto con El Algarrobo o El Estudiante recorrían la serranía de Ronda en aquella España de principios del siglo XIX en la que el conflicto con los franceses, en lo que conocemos como Guerra de la Independencia, marcó el devenir del país durante una década.
Salteadores, bandidos y malhechores, organizados en cuadrillas, actuaron con total impunidad en muchas zonas despobladas de España, especialmente, en aquellas donde la orografía montañosa o la abundante vegetación hacían más fácil su ocultación, como eran los Montes de Toledo o Sierra Morena. De hecho, podemos afirmar que el bandolerismo se convirtió en todo un fenómeno social durante buena parte de nuestra historia.
Desde muy temprano, el Estado utilizó gran cantidad de recursos, y no solo económicos, para perseguir el fenómeno del bandolerismo. Ya en los tiempos medievales la monarquía hispánica se encargó de mantener el orden en las zonas rurales y la seguridad en los caminos mediante la creación de la Santa Hermandad. Se trataba de un grupo de gente armada, algo parecido a una “policía rural”, creada en la segunda mitad del siglo XV con el claro objetivo de perseguir a esos grupos de gente que se habían echado al monte. Lo que podríamos denominar la edad de oro del bandolerismo en nuestro país tuvo lugar en el siglo XVIII y primeras décadas de la centuria siguiente. Durante esa época, la inseguridad de los caminos fue un tema que preocupó a nuestros gobernantes, hasta el punto de que los monarcas publicarán distintas normas y edictos para atajar un problema secular, sobre todo, en determinadas zonas donde los viajeros temían la actuación de esas cuadrillas.
Algunos de esos bandoleros, como el citado Curro Jiménez, adquirieron gran popularidad y fueron famosos por su filantropía; es decir, por ser de esos que decían que robaban a los ricos para dárselo a los pobres. Es el tipo de bandolero benefactor que caló en aquella sociedad atrasada de los estertores del franquismo. Sin embargo, es claro que abundaron más los bandoleros o salteadores de caminos temidos por la población, que actuaban en beneficio propio, y como una forma de supervivencia bajo el famoso grito: “¡La bolsa o la vida!”. Y es que el hambre y la miseria, en un país caracterizado secularmente por el mal reparto de la propiedad de la tierra, se extendían por muchos rincones de aquella España que intentaba dejar atrás el Antiguo Régimen para dar paso a la sociedad liberal decimonónica.
Aquí en Extremadura también había zonas donde las partidas de malhechores actuaban asaltando a los viajeros. De hecho, hacer el trayecto Madrid-Badajoz a través del camino real suponía un verdadero reto, no exento de riesgos, ya que se trataba de un itinerario en el que abundaban las partidas de bandoleros. Los asaltos a los viajeros eran frecuentes, tal y como nos lo demuestran los testimonios de la época, muchos de ellos procedentes de la administración, cuando corregidores y alcaldes mayores combatían como podían a estas bandas, aunque será a partir de 1844, con la creación del cuerpo de la Guardia Civil, cuando la lucha contra el bandolerismo adquiera mayor protagonismo.
Hasta la construcción de la carretera N-V en 1867, el camino real o antiguo camino de postas, era la principal vía de comunicación de Madrid con Extremadura. En nuestra zona destacaba la Venta de la Guía, una antigua casa de postas, hoy en ruinas, donde las caballerías y los viajeros encontraban descanso y víveres, emplazada en la dehesa Valdecabreros, perteneciente al término de Santa Amalia, en un amplio descampado que existía entre Miajadas y San Pedro de Mérida.
Ilustración 1. Antiguo camino real de Extremadura a su paso por el término municipal de Guareña
Pues bien, en el tramo extremeño del camino real existía varios puntos donde la actuación de esos bandoleros era más frecuente, casi permanente. Uno de los más famosos, y temidos, se encontraba en el Puerto de Miravete; otros, más cercanos a nosotros, también contaron con gran tradición histórica. En este caso me estoy refiriendo al conocido como El Confesionario, una edificación situada a mitad de distancia entre Trujillo y Mérida en la dehesa de El Borril, dentro del término de Guareña, y a unos cientos de metros más al Sur de la Venta de la Guía que, junto con El Confesionario, son las dos edificaciones que permanecen, aunque muy deterioradas, del antiguo camino real a su paso por lo que fueron baldíos comuneros del condado de Medellín.
El lugar de El Confesionario, al Norte del río Búrdalo, figura en el Mapa Topográfico Nacional 1:25.000 con la categoría de “ruinas” que, algunos investigadores hacen remontar a época romana, aunque considero que como vestigio romano quizá tenga poca o ninguna relación. En el Plan Municipal de Guareña figura con la categoría de “Yacimiento arqueológico”, también con la denominación de “Cueva del Borril”, mientras que en alguna publicación se menciona este lugar como “Cueva de la Monja”.
Como se aprecia en la siguiente fotografía, se trata de una construcción hidráulica, seguramente de tiempos medieval-moderno, con una escalera que da acceso, a través de dos arcos de ladrillos rojos, a un pozo o aljibe con una estancia abovedada. El exterior sugiere que en sus orígenes hubiera existido una noria.
Ilustración 2. El Confesionario
El lugar de El Confesionario aparece en numerosos documentos históricos relacionados tanto con la seguridad del camino real como con la fundación de la nueva población de Santa Amalia. De hecho, a primeros de enero de 1825 desde la Capitanía General de Extremadura dirigían un escrito al alcalde mayor de Medellín, cabecera del condado del mismo nombre, en el que hacían referencia a la peligrosidad del sitio conocido por El Confesionario, por la espesura de ramas y arbustos que había en esa zona y que aprovechaban los malhechores para buscar refugio. Por ello, se ordenó que a doscientas varas por cada lado del camino real se talasen y limpiasen con el objetivo de que los bandidos y malhechores no actuaran con tanta impunidad.
Con motivo de la fundación de Santa Amalia (1827), uno de los cabezaleros, el principal diría yo, Antonio López, ya expuso al monarca Fernando VII las razones para fundar una nueva población en el descampado existente entre Miajadas y San Pedro de Mérida. Entre los motivos esgrimidos por López estaban, precisamente, el de la inseguridad del camino real, haciendo ver al monarca que con la fundación de la nueva población de Santa Amalia “se evitarían los continuos robos y asesinatos en el tristemente famoso sitio del Confesionario”, donde, según dijo, era numerosa la presencia de “malhechores, fieras y contrabandistas”.
Según la tradición popular, entre los bandoleros más temidos estaban los comandados por “El Serna” y su lugarteniente “El Romo”, que tenían especial predilección por esta zona y donde se enfrentaron a los “hermanos Morcillo” que, según algunos investigadores, eran unos cazadores furtivos que, en más de una ocasión, salieron a proteger el paso de las diligencias. Otro de los grupos más temidos era el liderado por un tal Sánchez, que en más de una ocasión robaron las caballerías a vecinos de Santa Amalia y de otros pueblos limítrofes aprovechando el tránsito por el camino de herradura de Medellín a Arroyomolinos de Montánchez que cruzaba, precisamente, por esta parte del camino real.
Actualmente toda esta zona donde se emplazan El Confesionario y la Venta de la Guía son frecuentadas por grupos de senderistas que disfrutan del paisaje adehesado de Extremadura y que supone para los vecinos de Guareña un nuevo estímulo para el conocimiento de su rico patrimonio histórico, en muchos casos ignorado. Así que con este breve apunte histórico intentamos dar a conocer a la ciudadanía un paraje, hermoso pero desconocido, al tiempo que nos sirve para afirmar que el bandolerismo, como fenómeno social, también estuvo presente en el término de Guareña.
Juan Ángel Ruiz Rodríguez
Cronista Oficial de la villa de Guareña
Artículo de feria 2023


